por iaIr menachem, 5765
Estar solo y tener miedo por fin, tener genuino miedo, ya no de la soledad ni de la compañía, ya no de las bestias salvajes ni de los estafadores ni de ladrón alguno que medre con tu ley, ni de los rinocerontes que te aguarden allende el baldío de la esquina. Estar solo y tener miedo porque sabes por fin que hay que temer, y rezumas ese olor arisco de flores marchitas que escapan de la lumbre de tu seno, que alumbra con pavor desde donde sólo tú te puedes ver y no hay doctor, y no hay guía y no hay libro y no hay lenguaje y no hay jamás ni más que el abismo invertido, que ese cono que se extiende hacia la cima de la vida hecha de un sueño espiral que atreviste sin quererlo ni saberlo ni saber cómo evitarlo ni saber siquiera pensar en evitarlo, ese abismo que te tiene por fondo intrascendible y desde donde eres puedes ver lo que nadie, lo que nunca, lo que no, la matriz misma de lo que ignoras, y te haces temple rosa y azul de color añil, bocado dulce de sabor amargo: se te fragmenta la sustancia en trozos de sentido, en capas adjetivas encebollando la inmanencia de la nada enamorante, de una sustancia verbal que se disfraza de visible al retener el tiempo en las retinas la imagen fugaz de los polvos del camino confundibles fácilmente con un yo.
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domingo, 26 de abril de 2009
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