domingo, 26 de abril de 2009

LA HISTORIA ENTREVERADA Y VERAZ DE LA HISTORIA URGENTE Y DESTELLANTE DEL PUERTO CÓSMICO DE OLIVOS, DEL ALEPH, DE LA NOCHE, DE LA PRINCESA QUE ...

... RECHINANDO LOS DIENTES SE OLVIDABA DE SÍ, Y DEL PRÍNCIPE VALIENTE QUE LE BAJÓ LA LUNA POR CANDIL Y SIRVIÓ SU CAMISA COMO ALFOMBRA DE CIELO PARA FLOTARAN -CASI- SUS PEQUEÑOS PIES

iaIr Menachem, 5761

Unos cien metros dentro del mar, frente a las costas de Olivos, se ve en las noches sin luna el viejo casco rosado de lo que debió ser una embarcación de rescate. Antiguamente circulaban por el Puerto Oceánico de Olivos las más exageradas versiones: hablaban de guerras ancestrales, de epicentros lúdicos hundidos por la mafia o por la desazón, de papeles burocráticos de obsesiva perfidia, que habrían cambiado de lugar una y otra vez por siglos para retrasar infinitamente el rescate.

Años atrás, los cables de algunas agencias de noticias repitieron las palabras de unas damas muy exaltadas (salieron también por Crónica TV), que decían haber visto una chimenea, y humo azulino elevándose a la nada desde ella ordenadamente, como en bocanadas de un morse ininteligible para el no iniciado en las lenguas del casco memorioso. Pero nadie les hizo mucho caso; que de barcos y de hombres abandonados está el mundo lleno, y nos los muestran en directo.

Pero ayer.... ayer la luna se ocultó un rato. Lo habrá visto usted, señor juez.

Ayer noche la luna se ocultó un rato bajo el mar, y la luz que vino desde abajo inauguró en destellos la figura del casco que miedosos y apurados querían olvidado; con perfidia los memoriosos; con indolencia los más.

Ayer noche, cuando en ningún otro lugar era posible estar que en el Puerto Oceánico de Olivos -que se proyectaba en imagen y demenciaba las conciencias-, se vio a las claras que ni la pintura siquiera ha cejado en la férrea voluntad del barco. Amanecía y una bandada de gaviotas concurrió a reunirse en asamblea. La luz blanca de la luna amanecía ya por horas desde el nido bautismal, e inverosímilmente, nadie se preguntaba nada. O sí, se preguntaban. pero se preguntaban otras cosas, y hacían un barullo bárbaro en el correr alrededor, sorteando la pregunta, La Pregunta, extenuándose en vano, soñando en cerrar los ojos, y abrirlos, y que nada hubiera sucedido en verdad.

Conocerá usted, señor juez, de las asambleas de gaviotas.

Hubieron de enderezar el casco, no sin esfuerzo, los más jóvenes de los cadetes alados, para disponerse en círculo en popa con la más vieja en el medio. Acaso coincidencias en cadena, acaso la fuerza con que claman a sus cielos cotidianos las gaviotas, lo cierto es que se vieron líneas de fuego y torbellinos enderezando los mástiles, y nubes desgranándose deliciosamente en copos oxigenados que bañaban la límpida intimidad de la cubierta. Voces raras la mar de confundibles con truenos parecían instruir.... y el barco parecía responder, que no es una conducta habitual en los barcos que uno ve abandonados. Nada se movía en la asamblea, fuera de los dos guardianes que aleteaban en lo alto sin parar y gritaban. A veces parecían alertar. Otras, sólo daban órdenes a los obreros invisibles.

Esta mañana los muchachos de Prefectura amanecieron confundidos. No tienen forma alguna de adentrarse al mar desde el Puerto Cósmico de Olivos, porque no hay mar allí sino para el barco rosado del rescate. Enviarán intimaciones y multas por correo, seguramente. Como a las diez de la mañana, con un alarido de luna en celo, subieron vertiginosamente las gaviotas en pendiente vertical, y cual vivas saetas portando verdad en el dibujo de las alas y los picos, otearon los abajos mezquinos con un radar celestial. Así, dieron con el cercano foco de tristeza que asolaba de viejo una mirada dulce que -y nadie lo notaba-, se mantiene presa y temblorosa en un ergástulo de la zona.

El barco, mire usted, quedó hecho una belleza. Sus plantíos íntimos de muérdagos y mandrágoras blancas se han expandido con los años, hasta sumarse a la férrea estructura. la biblioteca enorme, empastada de pura agua, rellenó de poesía y letra fiel cada rotundo agujero de los que la espera tenaz infligió a la fe de la propia embarcación. Y el timón, celoso y decidido, no deja que nadie se le acerque. Emergió del agua oscura la embarcación, o quizá es el agua que se fue, y para pavor de quienes se restreguen los ojos y sean capaces de advertirla, va graciosamente a los tumbos la nave holística, siguiendo la huella de un colectivo que le ha dicho saber a dónde va.

No soy yo. Se complota la vida para el rescate, señor juez. El Puerto Oceánico de Olivos está en paz. Y si usted me deja cumplir con la misión, prometo dejarlo sonriente. Le voy a inaugurar un muelle para los pescadores incrédulos, que no saben los ejemplares de maravilla que nacen y se podrá pescar, por mérito de una vida que se advierte en el espejo después de siglos de amnesia. Todo porque alguien se yergue y se apresta a comandar su destino de grandeza, en una danza ritual de vida toda.

Sí, ya le saco todas esas plumas de la mesa. Eran mis testigos; no lo pude evitar. Y le voy a reponer la levita.... aunque se le incendió la punta porque usted no creyó en el fuego. Mándeme abrir la ventana ahora, por favor, que ya me voy.

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