... RECHINANDO LOS DIENTES SE OLVIDABA DE SÍ, Y DEL PRÍNCIPE VALIENTE QUE LE BAJÓ LA LUNA POR CANDIL Y SIRVIÓ SU CAMISA COMO ALFOMBRA DE CIELO PARA FLOTARAN -CASI- SUS PEQUEÑOS PIES
iaIr Menachem
Años atrás, los cables de algunas agencias de noticias repitieron las palabras de unas damas muy exaltadas (salieron también por Crónica TV), que decían haber visto una chimenea, y humo azulino elevándose a la nada desde ella ordenadamente, como en bocanadas de un morse ininteligible para el no iniciado en las lenguas del casco memorioso. Pero nadie les hizo mucho caso; que de barcos y de hombres abandonados está el mundo lleno, y nos los muestran en directo.
Ayer noche la luna se ocultó un rato bajo el mar, y la luz que vino desde abajo inauguró en destellos la figura del casco que miedosos y apurados querían olvidado; con perfidia los memoriosos; con indolencia los más.
Ayer noche, cuando en ningún otro lugar era posible estar que en el Puerto Oceánico de Olivos -que se proyectaba en imagen y demenciaba las conciencias-, se vio a las claras que ni la pintura siquiera ha cejado en la férrea voluntad del barco. Amanecía y una bandada de gaviotas concurrió a reunirse en asamblea. La luz blanca de la luna amanecía ya por horas desde el nido bautismal, e inverosímilmente, nadie se preguntaba nada. O sí, se preguntaban. pero se preguntaban otras cosas, y hacían un barullo bárbaro en el correr alrededor, sorteando la pregunta, La Pregunta, extenuándose en vano, soñando en cerrar los ojos, y abrirlos, y que nada hubiera sucedido en verdad.
Hubieron de enderezar el casco, no sin esfuerzo, los más jóvenes de los cadetes alados, para disponerse en círculo en popa con la más vieja en el medio. Acaso coincidencias en cadena, acaso la fuerza con que claman a sus cielos cotidianos las gaviotas, lo cierto es que se vieron líneas de fuego y torbellinos enderezando los mástiles, y nubes desgranándose deliciosamente en copos oxigenados que bañaban la límpida intimidad de la cubierta. Voces raras la mar de confundibles con truenos parecían instruir.... y el barco parecía responder, que no es una conducta habitual en los barcos que uno ve abandonados. Nada se movía en la asamblea, fuera de los dos guardianes que aleteaban en lo alto sin parar y gritaban. A veces parecían alertar. Otras, sólo daban órdenes a los obreros invisibles.
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