atiende mi palabra cada día de tu canto: clamor de Redención
por iaIr menachem
Cada día se desgrana en una boca que te presto,
y yo resto silencioso sin condena,
licuando la pena en los presagios de tu voz.
Sé que estás ahí, boca de mi voz, y oyes
-sólo tú en las entrañas- este grito de mis dedos:
resbalaron de tí cuando te ibas
y lloran añorándote una risa
que se zampa el tiempo y el adiós.
Puesto que callo, no digo nada.
¡Te sé alada y verte llevar
las anclas con disimulo!
Desde el off que me dejaste
llevándote mi voz presente,
pueblo de luces mis vientos.
Los dedos, munidos de memoria,
te llaman hincando uñas en el cielo de mis sueños.
Dibujarte en este lecho de aire
que me hace inmortal en la condena.
Redimirme, romper cadenas
cuando de pronto vivas, vives,
y tu calor latente, y el verbo de mis brazos
hace pedazos los muros.
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