por iaIr menachem
Saltaba del tres al cuatro como quien se desliza por debajo de su propia sombra, para ser otro nuevo sin dejar de ser él. Sabía que en el tres se reafirmaría lo suficiente como para reproducirse en el cuatro. Así, la tercera letra, guimel, con su forma de gamál (el camello) bien afirmado sobre sus patas, le daría la confianza para ser dálet, la puerta (délet) que hay que cruzar para vencer al tiempo, y que se basta con un sólo pie de iód para sostener el majestuoso techo de la vav horizontal.
Había que sumar 5 para llegar del tres al cuatro, a juzgar por las formas de las letras, que eran las que él adoptaría para el tránsito mágico. Desde la unidad única y filosa del uno que es la finalidad del amor y campea sobre el reino de las letras y las cifras, al dos que alude a los dientes de que se sirve para complacer y para mantener al cuerpo vivo, y la casa, la letra bet, construida -que lo sabía ya por fin- de a 2 (se lo dijo un día el nombre de la letra bet, que es la palabra "báit" = casa, que vale lo mismo que "beshnáim"; ésto es: "con dos", y no con menos ni con más se construirá una casa). Estaba apurado por llegar. Todo detenerse, toda demora, era como una cancelación del propio tiempo, una anulación inútil, desde que sabía de dónde venía y hacia dónde le llevarían sus pasos, inexorablemente.
En el cuatro incursionó espacio y tiempo; preparado por fin para las guerras de la vida, en el cinco de los dedos de la héi construida con una dálet y una iod que se hacen "iád", mano a derecha e izquierda -arriba y abajo- de la vav en el Nombre sagrado impronunciable, tomó el "jimúsh" = armamento del "jamésh" = cinco, y se paró erguido, listo para la guerra de este mundo, que culminaría con el "sasón", la alegría plena que parió el entendimiento en "shesh" que es seis, y es la vav del cuerpo entero, la vav que le enmendaría del cuello al sexo con luz nueva, tornándole apto para reinar.
Y entonces, llegó shabát, la oportunidad de la saciedad, el juramento fatalmente maravilloso de la enmienda completa. El principio activo de la realidad, justo en el momento en que él fulgía de alegría; la letra zain enhiesta, con la evocación por herramienta de futuro. En estado de reposo, advirtió que acababa de crear un mundo.
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