domingo, 26 de abril de 2009

Las letras que cifran nuestros días

por iaIr menachem

En esa casa, vivía un niño delgado que no paraba de comer. Comía mucho más que lo que suelen los niños de su edad, y aún así, no engordaba, no crecía demasiado, y tampoco envejecía. Sus padres, consternados, fueron donde su Maestro en busca de explicación y consejo.

El Maestro ordenó revisar las mezuzót, esos trozos de cuero curtido que colocamos en los marcos de nuestras puertas: sabemos que lo ahí escrito nos escribe; lo que ahí se dice, es por nosotros que se dice.

Un pasaje de la mezuzáh indica (Devarím -Deuteronomio- 11:15): "Y Daré pastura en tu campo para tus animales, y comerás, y te saciarás". Como era obvio, en la mezuzáh que se hallaba a la puerta del dormitorio del niño, la palabra "vesabá'ta" -"y te saciarás"- estaba borrada; no restaba sino un comer angustiosamente interminable. Faltaba la saciedad. Reescríbela, y reescribirás su destino.


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